martes, 11 de junio de 2013

Tao Te Ching | INTRODUCCIÓN (3)

EL TE Y EL CHING

La segunda palabra, Te, del título de la obra de Lao-tse se traduce por ''virtud'' o ''poder'', o, como inspirándose en el Evangelio de San Juan propone Wilhelm, ''vida''. La tercera, Ching, significa ''libro clásico o sagrado''. El Tao Te Ching, el Libro del Tao y del Te, es, por tanto, el ''Libro del Camino y la Virtud'' o también, siguiendo la propuesta de Wilhelm, ''Canon del Sentido y de la Vida''. La conjunción de ambas fórmulas nos trae a la memoria la frase de Cristo —previamente mutilada de lo que Bertrand Russell llamaría su particular egocéntrico''Yo soy el camino, la verdad y la vida.''

La tradicional división en dos partes de los 81 capítulos del libro de Lao-tse responde con más o menos precisión a la dicotomía expresada en su título. Los 37 de la primera parte tienen un contenido que un occidental calificaría de preferentemente ontológico (ver definición de ontología aquí) o cosmológico (definición aquí), mientras que los 44 restantes de la segunda se dedican más a la exposición de enseñanzas de filosofía práctica, es decir, de ética y política.

El concepto fundamental diseñado por Lao-tse en esta segunda parte es el wu wei, expresión que se traduce por ''no hacer''. La teoría de la inacción o norma de conducta a la que debe ajustar la suya el shen jen (hombre perfecto) o hsien (sabio) no consiste en no hacer nada sin más, sino en crear en el interior de uno mismo una suerte de vacío, desinterés o despego que nos permita no sucumbir al torbellino del deseo y no convertirnos pues en mero juguete del mundo exterior. Cuando ese vacío se deja llenar por el flujo espontáneo del Tao se produce la acción correcta, que viene a coincidir externamente con la conducta moderada que la ética occidental adscribe al hombre que domina sus pasiones.

Esta sencilla ética, por la que el sabio ajusta su comportamiento a la norma del Tao, es extrapolada por Lao-tse a una política no menos sencilla, fundamentalmente basada en el ideal anarquista de mínima intervención del gobernante en la vida de los gobernados. ''El reino se deberá alcanzar por la inacción. Cuantas más restricciones y prohibiciones haya, más pobre será el pueblo. Cuantas más leyes y estatutos, más bandidos y ladrones'' (cap. 57). Con el amor de Lao-tse por el orden ecológico corren parejas su pacifismo y su aversión a la violencia y a la guerra (''Donde acuartelan los ejércitos sólo crecen espinas y zarzas'', cap. 31), aunque algunos capítulos del libro parecen elaborar un determinado arte bélico. ''Nada hay en el mundo tan suave y dúctil como el agua; pero cuando ataca a lo duro y lo fuerte, prueba ser más poderosa que estos'' (cap. 78). ''Un gran conquistador no combate. Un gran general se mantiene debajo de sus hombres. Ésta es la virtud de la no-violencia'' (cap. 68).

La nostalgia de Lao-tse por la ingenua vida aldeana de tiempos antiguos (''aunque los reinos vecinos se hallasen tan cerca que pudiesen oír el ladrido de los perros y el canto de los gallos, los hombres de este pequeño reino no desearían nunca abandonarlo''), antítesis de la infernal tortura del actual tráfico rodado, es leída por algunos como añoranza por parte de pequeños propietarios de un dorado régimen de vida esclavista que nuevos modos de explotación acabaron por desplazar.

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