martes, 11 de junio de 2013

Tao Te Ching | INTRODUCCIÓN

EL PRIMER ECOLOGISTA.

El Tao Te Ching es un libro de sabiduría oriental. Sus páginas no ofrecen al lector información empírica sobre la realidad en el sentido moderno de esta expresión, sino lo que el lenguaje de todos los tiempos llama un saber del mundo y de la vida. Los latinos solían distinguir entre el scire o saber de ciencia (scientia) y el sapere o saber de sabiduría (sapientia), un saber que quisiera ir más lejos o más hondo que el científico, siendo al mismo tiempo más general y primitivo, como lo sugiere el parentesco de las palabras ''sabiduría'' y ''sabor'' (sapor), pues el saborear está más conectado que el ver o el oír con los estratos más primitivos de nuestra fisiología cerebral.

Según una antigua leyenda, tres gigantes de la sabiduría china, Buda (que no fue en realidad chino sino indio, pero cuyo pensamiento penetró profundamente en la mentalidad china), Confucio y Lao-tse concurrieron una vez para paladear vinagre. A Buda le supo ácido, a Confucio amargo y a Lao-tse dulce.

Es verosímil que con este relato quisiera la tradición poner de relieve el vehemente amor a la naturaleza de Lao-tse, que no la niega como Buda ni la subordina o sacrifica a la sociedad como Confucio.El orientalista francés Masson Oursel inició la costumbre de comparar, salvando las abismales distancias que los separan en temperamento y situación histórica, a Lao-tse con Rousseau. Éste defendió, enfrentándose a Voltaire, la primacía de la bondad y sencillez del orden natural sobre las artificiosas construcciones del orden social; análogamente defendió Lao-tse en la antigua China, frente a la afición de Confucio por los ritos y prácticas sociales, el amor por el orden y equilibrio ecológicos de los procesos naturales.

Quizá no fuese ajeno a esta circunstancia el hecho de que Lao-tse hubiera de sentirse, como más tarde que él también Rousseau, aislado y proscrito entre sus semejantes. El capítulo XX de su obra, dedicado al desamparo del sabio, refleja este sentimiento:

Los hombres viven la vida como si disfrutasen de una gran fiesta,
o como si subiesen a una torre en primavera.
Sólo yo permanezco tranquilo, sin deseos;
como un niño que no ha aprendido aún a sonre´r;
desamparado, sin hogar...
Mi espíritu es el de un loco,
¡tan confuso!...
Sólo yo soy distinto.
Encuentro la paz en la Madre que me nutre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario